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Género y espacio
El espacio publico
El espacio público, según Henri Lefebvre, es concebido como un espacio de “respeto y consenso” aparentemente; regido por ordenanzas cívicas que regulan el uso del espacio público, es decir, se torna en un escenario de lo tolerable, de las “diferencias toleradas” mas no aceptadas. Esto genera ciertas brechas en el uso del espacio, a la vez, crea figuras negativas calificadas como “incívicas”. La presencia de estos sujetos significaría una alteración al orden espacial existente. Ante esto se aprecia la incongruencia sobre los valores con los que se proclama y ensalza el espacio del civismo, dejando ver la verdadera faceta de este: un espacio de apropiaciones, diferencias y participación. Un espacio que suprime, elude, evacua todo lo que se le opone mediante la violencia inherente y si ésta no fuera suficiente mediante la violencia expresa. Por ejemplo, las criminalizaciones y castigos de las protestas, la pobreza en el espacio público urbano, dando lugar así a los “espacios asignados y espacios prohibidos”, donde la mayoría de las prohibiciones son invisibles. Dado que hay una confrontación entre las ordenanzas cívicas y los sujetos “incívicos”, estos optaran por la (re)apropiación; esta supone asumir el espacio (la ciudad) como obra, como valor de uso, como goce, como disfrute, como belleza y como creación colectiva de los ciudadanos sobre la que ellos deciden y en la que ellos intervienen, además implica una repolitización del espacio, una reactualización de la condición política del espacio urbano y la figura del ciudadano. Así Lefebvre reivindica el “derecho a la ciudad” como “derecho a la vida urbana, transformada, renovada”. Explicado lo que implica el espacio público desde Lefebvre, puede entenderse como un espacio que no puede borrar su carácter conflictivo y contradictorio; por lo que la confrontación es inevitable para resolver dichos problemas. Igualmente, el espacio es el reflejo de las desigualdades que atraviesan a la sociedad, como lo es el nivel socioeconómico, origen étnico, la edad o el género y el sexo, entre otros factores; estos afectan las formas de habitar el espacio y la manera en que se vive en la ciudad.
Relaciones de poder en el espacio: el patriarcado
El espacio también está pensado para producir relaciones sociales y relaciones de poder, en este caso trataremos la cuestión de género y el sexo. La relación de poder existente que engloba el sexo es el patriarcado (heteronormatividad) Adrianne Rich define al patriarcado como, “el poder de los padres: un sistema familiar y social, ideológico y político con el que los hombres – a través de la fuerza, la presión directa, los rituales, la tradición, la ley o el lenguaje, las costumbres, la etiqueta, la educación y la división del trabajo – determinan cuál es o no es el papel que las mujeres deben interpretar con el fin de estar en toda circunstancia sometidas al varón”, igualmente este sistema se asegura que los varones cumplan con cuál es o no es el papel de estos. En pocas palabras las lógicas patriarcales indican que hay un “dominador” y un “dominado”; y que siguiendo la heteronormativa impuesta por este sistema de organización implica “que tanto las preferencias sexuales como los roles y las relaciones que se establecen entre los individuos dentro de la sociedad, deben darse en base al binario ‘masculino-femenino’, teniendo que coincidir siempre el ‘sexo biológico’ con la identidad de género y los deseos asignados socialmente a éste”. A partir de este sistema de organización, el espacio (ciudad) se predispondrá con una preferencia hacia los varones, pues estos según Enrique Dussel se perciben como la “totalidad” donde hace de “los otros” la nada. Esta “totalidad” es autocrática y por ende intolerante ante “el otro”, o sea, que debe haber una alienación por parte del segundo. Durante muchos años las mujeres han estado recluidas en espacios privados que les impedían formar parte de una esfera pública, esta situación también limitaba sus posibilidades laborales, pues, la ontología de la mujer (planteada desde el patriarcado), según el mismo filosofo, es ser “madre y educadora de lo hijos”; ser “ama de casa” y último es vista como “objeto”, principalmente sexual. Tan lóbrega organización social es el patriarcado que no percibe a las mujeres como ciudadanas sino como objetos, un complemento del espacio y del varón pues según Josep Vicent Marqués “Varón más Mujer igual a Varón completo”. No obstante, no sólo las mujeres padecen estas jerarquías de poder sino también las disidencias sexuales pues estos al escapar de la heteronormativas son vistos como sujetos incívicos. Afortunadamente con los movimientos feministas y movimientos LGBT se ha promovido una equidad de género, gracias a esto las barreras de la heteronormatividad han sido derribadas, aunque algunos espacios siguen bajo estas lógicas.
Tránsito urbano y género
El tránsito, al igual que el habitar y vivir, de las ciudades es diferente respecto al sexo o género de los ciudadanos. Podemos apreciar como las niñas y niños hacen uso del espacio en las escuelas; las primeras son relegadas a los extremos de las explanadas, mientras que los segundos ocupan todo el terreno de juego y no permiten que las niñas se incorporen a sus juegos. Esto expresa la facilidad con la que los varones pueden invadir territorios y excluir a los que no son como ellos. Además, las instituciones educativas permiten y normalizan estas actitudes. Las mujeres tienen que soportar todos los días acoso sexual callejero, en todas las ciudades y pueblos del mundo. No importa su vestimenta siempre se sentirán hostigadas. Incluso viven con el temor de ser víctimas de violación. El miedo actualmente forma parte del transitar, habitar y vivir en las ciudades tanto para mujeres y disidencias sexuales. Múltiples violencias hacia las mujeres tienen como escenario los espacios públicos de la ciudad. Violencias de alto impacto y violencias sutiles y cotidianas que refuerzan en las mujeres sentimientos de temor e inseguridad como instrucción formativa y adaptativa, adquiridas como aprendizajes de socialización primaria y que en la vida adulta pueden tener consecuencias como la limitación de libertades y derechos como ciudadanas. La seguridad en el espacio público se limita a la vigilancia por medio de cámaras, pero esta no garantiza que se salvaguarde la integridad de las mujeres y disidencias sexuales por lo que son los mismos individuos que deben velar por su seguridad, esto mediante la portación de objetos de defensa personal, que significa una adaptación al entorno que se transita, además el miedo influye a la permanencia en casa y la ciudad como obra, como valor de uso, como goce, como disfrute, como belleza y como creación colectiva de los ciudadanos se ve frustrado. En cambio, para los hombres es sencillo transitar, habitar y vivir, pues el espacio ha sido creado o pensado a raíz de sus necesidades; no sufren, no se preocupan, no experimentan la inseguridad y el miedo que las mujeres y disidencias sexuales viven en los espacios públicos; ellos sienten miedo a ser víctimas de un ataque de hinchas descontrolados cuando juega su equipo, a sufrir un accidente en la vía pública, o a verse inmiscuidos en una riña callejera. Los hombres que acosan solo quieren amedrentar a las mujeres para recordarles que el espacio es suyo, y que ellos acaparan el espacio público.
El derecho a la ciudad
El derecho a la ciudad es un derecho colectivo de todas las personas que habitan, acceden y usan la ciudad. Pero en una sociedad patriarcal sólo los varones gozan de dicho derecho. Para que las mujeres y las disidencias sexuales puedan disfrutar igualmente del derecho a la ciudad se deben atender ciertas cuestiones.
• El miedo a la violencia y el uso de los espacios públicos es un gran problema transversal cuando se analiza el derecho a la ciudad de las mujeres y la mayoría de discusiones de todo tipo sobre la vida diaria de las mujeres en las ciudades que suelen mencionar la seguridad como un tema clave. • El garantizar la seguridad de las mujeres en las ciudades es una medida ligada intrincadamente a la infraestructura y transportes públicos, ya que el riesgo de violencia normalmente aumenta en la noche cuando las calles y parques tienen iluminación inadecuada y los medios de transporte son menos disponibles y frecuentes. Es a través de medios de transporte seguros, asequibles y extendidos que las mujeres pueden ejercer totalmente sus derechos a una ciudad segura. • Los servicios que necesitan en su uso diario de la ciudad –el hogar, lugares de trabajo y centros comerciales– están todos dispersos, lo que dificulta la movilidad de las mujeres para acceder a todos estos servicios. La proximidad a los usos cotidianos de la ciudad es de gran importancia para las mujeres, si se considera la mayor variedad de sus necesidades y roles dentro de la ciudad. • La división sexual del trabajo presenta otro obstáculo para el uso igualitario de la ciudad cuando las ciudades están diseñadas actualmente para favorecer el trabajo productivo impulsado por la economía y pueden resultar muy poco amigables para las actividades del trabajo reproductivo, especialmente aquellas desempeñadas por las mujeres. • El derecho a participar en la creación o re-creación de la ciudad es absolutamente imprescindible que las mujeres participen en la planificación urbana, la gobernanza local y los procesos de toma de decisiones relativos a sus ambientes urbanos. Esto incluye la participación igualitaria de mujeres en todos los niveles de gobierno, en puestos como arquitectas o urbanistas y en la creación de relaciones de trabajo formales entre feministas y organizaciones de mujeres y gobiernos locales.
Espacios que escapan a la heteronormativa
Existen espacios públicos que no replican la heteronormatividad, estos son los sanitarios neutros. Es algo raro que un lugar en el que convergen lo íntimo y lo publico se desentiendan de la normativa, porque estos lugares han sido regidos por esta: sanitarios exclusivos para varones y sanitarios exclusivos para mujeres. Las disidencias sexuales conforme a su sexo los utilizan a pesar de no identificarse con estos. La aparición de los baños neutros apuesta a la inclusión de las disidencias sexuales, sin embargo, este por su carácter publico no borra las diferencias y conflictos o la violencia. Pues en estos lugares también juega un papel importante la “seguridad” pues se pone en riesgo lo íntimo. A pesar de las dificultades es una buena iniciativa para hacer conciencia en la sociedad para visibilizar las asimétricas relaciones de poder que no se cuestiona en las ciudades y que a través de estas organización se predispone el espacio.
References
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Marqués, Josep Vicent, Varón y Patriarcado, Madrid, Isis Internacional Ediciones de las Mujeres No. 24, 1997. https://d1wqtxts1xzle7.cloudfront.net/63608235/Varon_y_patriarcado_120200612-75355-uzcpqy-libre.pdf?1591970688=&response-content-disposition=inline%3B+filename%3DVaron_y_patriarcado.pdf&Expires=1717681827&Signature=FOZ-Ba9szKC2S8Rz1XJI~d2yQVJynVezPV9majF2VKibSQ7PvSH3SuvhHUwpKg7uBn1aE2cxuWPJe0joXBec~b7KaZ8pBEgFRRBC7uCJJAI0fWpnPO1uERZ7RGLN8AjJm3SM3SLnKdfPuXD8R-SW5fqCIUGV4wVzUKJ0buqkg~Ry1cUwdn8Q9c~G4~4eJ00H5CgxILTAAE6exhsXDuFw5iJyo64NKXOHFWre0FzqSQ1ismnjB8nmGgIKnozpE~wRSw8PdkiwxjvK9NAvJ3aZ71M1uUfWJ8zwSD4BPFySmfVFzUAaJNg5ko1HZEY4X13lMLLEK-f4kCIwss1oTZLCdg__&Key-Pair-Id=APKAJLOHF5GGSLRBV4ZA
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